domingo, 14 de julio de 2024

La columna del "Devolucionario" - ESPECTRO DEL PASADO

 Por: Richard Campos. “El Devolucionario”

Decía el ex presidente Alan García que el poder es una obligación y una nostalgia, incluso cuando se ejerce y parece que Alberto Fujimori, en el adelantado otoño de su existencia siente esa evidente nostalgia. Será candidato presidencial, apartando a su hija Keiko. Ni ella, ni su hermano, irán en la terna de la impronta electoral de su padre, sería una bufonada burlesca ante el país. El objetivo es alcanzar el poder, explotando la figura del patriarca fujimorista, indultado por su deteriorada salud y aun con impedimentos legales.

Si bien, el apellido genera arrastre, debe tenerse en cuenta que, el Perú no es el mismo que el del año 2000. El país está muy convulsionado y los Fujimori, están bajo la sombra de la justicia, una justicia podrida por las variantes de la izquierda pestilente, a ello se suma la avanzada ancianidad del patriarca y visitas seguidas a emergencia de su clínica tratante ¿Podrá gobernar en esas condiciones, en caso acceda a la presidencia? En 1990 Fujimori llegó al poder con los votos del odio generado por la izquierda y el Apra contra Mario Vargas Llosa y su shockante programa económico. Pero Fujimori, quien decía ser el candidato del “No Shock”, aplicó el Shock, que le achacaba a Vargas Llosa, lo demás es conocido, especialmente el ilimitado poder que otorgó a su asesor Vladimiro Montesinos, que usó para influir en medios de comunicación y armar corruptelas institucionales. La ambición de poder de Fujimori le llevó a presionar a su bancada congresal para perpetrar leguleyadas constitucionales que le permitiera una segunda reelección, mostrando un espíritu poco democrático y dejando que su asesor, comprase descaradamente congresistas inescrupulosos, para asegurar una nueva mayoría en el Congreso. Se sospechó de eso, pero no habían pruebas, hasta que se conoció el primer “vladi-video”, que le hizo dimitir.

Ante tal hecatombe, Fujimori huyó al Japón esperando capear el temporal. Pero creyó que podía postular en el 2006, sin calcular el embate de la caviarada, atornillada en el poder, que pedía su cabeza. Fue así que habiendo llegado a Chile antes de arribar al Perú, fue detenido y extraditado, para luego ser juzgado políticamente y condenado a 25 años en tiempo record y por cargos fútiles, durante el segundo mandato de Alan García, hombre a quien persiguió con militares, luego del pronunciamiento del 5 de abril de 1992. En fin, el país le debe muchas cosas buenas a Fujimori, pero son innegables sus excesos y tropelías, como otros antes de él. Ahora, parece ser que su nostalgia por el poder se agravó al entrar a la arena política como si tuviera la vitalidad para afrontar una campaña de varios meses recorriendo el país y dando arengas. A muchos les gusta la idea, de que Alberto Fujimori sea el candidato, pero hay que pisar tierra, él pertenece al pasado y allí debe quedar. Creer que un espectro del pasado, con salud precaria y cuitas jurídicas, pueda siquiera afrontar una campaña, superando los odios estúpidos que generará su presencia o incluso dirigir un país dividido, es descabellado. El Perú le reconoce y agradece todo lo bueno que hizo, pero no olvidemos sus desmanes en el poder y si bien, su indulto, fue pegado a la norma, no lo califica moralmente a candidatear. A estas alturas ya debería ocuparse de vivir su otoño y dejar que el presente, recorra inexorablemente su tiempo.



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